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Viajar a Kirguistán
Kirguistán: amable con los extranjeros y ¡¡¡No necesitamos visado!!!

Kirguistán: amable con los extranjeros y ¡¡¡No necesitamos visado!!!

Viajar a Kirguistán

Realmente después de atravesar tres países donde cuesta tiempo, dinero y paciencia obtener un visado: Irán, Turkmenistán y Uzbekistán, llegar a uno donde cuando pasas la frontera, solo chequean tu pasaporte, te ponen un sello y dan la bienvenida era de agradecer.

La llegada, como ya comenté en el artículo Uzbekistán: una joya de La Ruta de la Sedahasta la frontera uzbeko-kirguika la hice en taxi, más de 5 horas viajando por carreteras caóticas donde nadie sigue un orden y no se respetan las señales de adelantamiento, donde algunos rebaños de animales invaden la calzada y has de ir con mucho cuidado ya que esto puede suceder en cualquier momento.

La familia que viajó conmigo, muy simpática por cierto, se sorprendían de mi afición de hacer fotos a todo lo que se movía o a mi me parecía destacable.  La señora, en la parada que hicimos para estirar las piernas, me ayudó a seleccionar los panes que quería comprar para llevar a Osh y tener algo que comer durante el camino, además de regalarle uno que aceptó después de mucho insistir. Cuando llegamos a Andiján su marido, que supongo sabía del detalle, me lo agradeció efusivamente, o por lo menos eso me pareció por su saludo. Dejamos allí a la familia y seguimos camino, pero antes Worup, el taxista, paró en el centro de la ciudad y esperó a que otros pasajeros subiesen para llegar hasta el pequeño pueblo pegado a la frontera. Nos acompañó una pareja y con ello completó y sumó algo más de dinero al viaje comprometido conmigo.

Al llegar al edificio fronterizo pasé los trámites habituales y la oficial que estaba allí queriendo ser simpática, me toco algo las narices, pero bueno, soportable y más después de atravesar la frontera de Turkmenistán y mi experiencia con el soldadito encargado del control de equipajes. Seguí adelante tras las preguntas de rigor y entregar mi hoja de salida del país, checkeo del equipaje para saber si llevaba drogas o armas (en toda Asia Central la misma pregunta en las fronteras) o medicamentos (ya que algunos están prohibidos, aunque en España se vendan legalmente) y posteriormente registro de mi datos en su ordenador. La anecdota y no es la primera vez que me pasa, al haber cambiado mi look desde que hice el pasaporte y salí de España, los guardias no se creen que sea yo, menos mal que llevo fotos recientes y pueden comparar la mirada o no se el que exactamente y se convencen de que no utilizo un pasaporte falso o robado.  Tras este trámite pude cruzar tierra de nadie entre ambos países y al llegar a Kirguistán, fue como un soplo de aire fresco, mirada rápida al pasaporte, paso por el edificio fronterizo para poner el sello de entrada, de nuevo enseñar mi foto reciente, y salida con un «bienvenido» por parte del soldado que controla el acceso y la salida al país. Ya allí te encuentras con los taxistas que, por supuesto, quieren recogerte para llevarte hasta la ciudad. Osh está a unos 10Km del paso fronterizo, así que el trayecto es rápido. Pude cambiar dólares allí mismo por ‘som’ su moneda a un cambio de 1$ por 53 soms. Sencillo y todo legal. El taxista me cobro en total 500 soms que vienen a ser algo menos de 10$, algo caro por lo que después deduje, pero la inexperiencia también se paga.

El taxista fue amable y simpático y sabía perfectamente donde estaba Biy Ordo Guest House, mi hostel. Por cierto que lo recomiendo, es económico, los servicios son buenos y las empleadas hablan inglés fluido. Las instalaciones también están cuidadas y tienes cocina para hacerte tu propia comida. Enfrente además encuentras varias tiendas y una calle atrás, varios bancos donde puedes sacar dinero fácilmente. Aquí pude comprobar que funcionan los cajeros automáticos y no es necesario que tengas que rebuscar un banco, ni llevar todo el dinero que pienses utilizar mientras estés en el país, así que todo se hace fácil. Los kirguikos además son gente amable y simpática que están dispuestos a ayudarte.

Tenía reserva hecha para solo dos días y uno más en la recamara, que era lo que pensaba estar en la ciudad, para después cruzar a China, pero para mi sorpresa cuando la empleada se enteró de que mi siguiente destino era el gigante asiático, me dijo que tendría que esperar hasta el día 9 de octubre, ya que las fronteras terrestres chinas estaban cerradas hasta ese día con motivo de la festividad de primeros de octubre, la fiesta nacional china unida a una fiesta musulmana, que son mayoría en esa parte del país. Yo sabía de este dato, pero no ¡¡qué la alargaban por más de una semana!! No podía hacer nada, solo esperar. En el hostel me encontré con otros turistas o viajeros que, como yo, estaban en la misma situación. De echo fue gracias a dos de ellos Nick y Virginie, una pareja canadienseque los demás nos enteramos. Tuvieron que, después de cruzar la frontera de Tayikistán con Kiguistán, para después cruzar a China, volver a donde habían estado hacía unas semanas, en Osh. Ambos están viajando en bicicleta, así que imaginad la jugarreta que fue hacer el viaje de vuelta de nuevo para esperar. Con ellos conecté muy bien, también escriben un blog, donde cuentan sus peripecias. Nos hemos hecho buenos amigos y desde Osh viajamos juntos por varios días, en Kashgar, China, nos separamos, pero volvimos a juntarnos de nuevo en Turfán, a partir de aquí ellos han seguido su camino y no nos hemos vuelto a ver, aunque mantenemos el contacto vivo a través de las redes sociales y posiblemente en el sudeste asiático volvamos a coincidir.

El segundo día quedé con Regina, una chica con la que contacté a través de Couchsurfing, que aunque durante ese fin de semana no podía acogerme, tras conocer mi historia y pedirle estar unos días en su casa para poder ahorrar y no cargarme más mi presupuesto, acepto y me acogió durante los 3 últimos de mi estancia en su ciudad. Regina, entre otras cosas, se encarga de organizar actividades para los universitarios y ese día tenía un grupo de unos 25 chicos y chicas a los que ayudada por Samat les enseñaron a bailar. La imagen de ver a todos ellos siguiendo las indicaciones de Samat al ritmo de la música en plena plaza céntrica de Osh fue muy divertido y sobre todo ver como poco a poco iban cogiendo confianza y lo que empezó con caras de vergüenza y ‘que hago yo aquí’ por parte de los estudiantes se convirtió al cabo de media hora en un baile coordinado y con algunos de ellos realmente inmersos y concentrados en lo que estaban haciendo.

Tras esa experiencia fui al mercado del centro de la ciudad, lo de bazar creo que le queda grande, y allí pude comprar algo de comida para pasar los días que tenía por delante sin gastar mucho. Al terminar mis compras, buscando mi autobús de vuelta al hostel y viendo que eran muchos los que pasaban, pero ninguno el 122 con el que había llegado antes, pregunté a un policía y me indicó que tenía que andar a otra calle, ya que el recorrido era distinto para volver. Curioso por saber quien era ese extranjero del sombrero, entablo conversación conmigo y me dijo que esperase, el se encargaba de buscar mi medio de transporte para llegar desde allí. Preguntó a uno le informó del que necesitaba y al siguiente lo paró habló con el conductor y le dio indicaciones claras de que quería llegar a ese hostel y que me acercara, no estoy muy seguro si entraba en la ruta exactamente, pero llegué hasta la puerta. Además el policía me dejo ¡hacerme una foto con él! hasta ese momento me había parecido difícil incluso planteárselo a otros policías en Uzbekistán, en Turkmenistán ni se me ocurrió.

Con la compra hecha pude cumplir de nuevo mi reto en otro país y cociné mi tortilla de patatas para mis nuevos amigos. Entre otros estaban los canadienses Nick y Virgine, Cathy una escocesa que también tenía que llegar a China y tuvo que esperar como los demás e invité a Regina, que vino con una pareja que estaban en su casa ese fin de semana y a Samat, para que la probaran.

Con tantos días en Osh pude cocinar varias recetas españolas más y que sobre todo Nick y Virgine, que compartieron muchas horas conmigo, las probaran. Creo que les quedó un buen recuerdo de la popular gastronomía española. Para cocinar tenía que vérmelas con unas estudiantes tayikas que estaban hospedadas en el mismo hostel mientras van a la universidad. Casi podría decir que es su casa y tenía que estar vivo para coger antes que ellas el fuego bueno y cocinar rápido. La cocina aunque es cómoda adolece de unos buenos fogones para todos los que estábamos hospedados allí. Al final con tantas horas compartiendo cocina y carreras para adelantarnos los unos a los otros en el uso, hicieron que nos conociésemos un poco mejor y aunque no hablaban inglés, nos hicimos entender. Nunca quisieron probar mi comida, ellas cocinaban para toda la tropa. Algo que me llamó la atención, y no fui al único, es que los chicos nunca hacen nada, se dedican a ver la TV y estar tirados, mientras ellas cocinan y limpian, casi les tratan como a sus maridos, unos maridos por otro lado muy machistas.

Los días que estuve acogido en la casa de Regina, también me acerqué al hostel a cocinar y la última noche invité a todos, incluido Karlo con el que coincidí en la casa y que al igual que Nick y Virgine viajaba en bicicleta. Él fue quien me recomendó visitar la montaña de Osh, que ya había podido ver pero desde abajo, cuando estuve con Regina y Samat en sus clases de baile a los universitarios. Para llegar me di un gran paseo por la ciudad y fui avanzando según me llevaba la intuición. La subida para un fumador como yo fue salvaje, pero mereció la pena. Desde la cumbre se puede ver toda la ciudad y es verdaderamente un espectáculo. Un pequeña mezquita recibe a los visitantes y el descenso se hace por la parte trasera, desde donde puedes ver el cementerio musulmán, el museo y la gran mezquita de Osh, por donde me di un paseo, pero solo por fuera, ya que ambos estaban cerrados al público en ese momento.

Karlo partió unas horas antes que yo y me acordé de él durante mi viaje, ya que ese día amaneció lluvioso y con mucho frío. Él está acostumbrado a este tiempo, ya que aunque es iraní, vive en Suecia desde hace varios años, pero realmente viajar en bicicleta con el tiempo que hacía lo imagino muy complicado. No lo he vuelto a ver para preguntarle, aunque es probable que coincidamos de nuevo en el camino y me podrá contar las peripecias de ese día.

Nick, Virgine y yo decidimos que compartiríamos un taxi hasta la frontera, ellos la conocían y me aconsejaron salir la tarde del día anterior a la apertura y esperar allí esa noche acampados en nuestras tiendas de campaña. A mi me hacía especial ilusión, ya que la llevo cargando desde Italia, donde la compré y todavía no la había utilizado. Durante el trayecto de más de cuatro horas, por carreteras retorcidas y como en Uzbekistán, invadidas en muchos momentos por animales de pasto, que con pastores o en solitario ocupan gran parte de la calzada, revisamos nuestros planes y cuando llegamos al campamento corroboramos que no era buena idea dormir en la tienda, podríamos morir de congelación o arrastrados por el viento que estaba soplando esa noche en Irkeshtam. Ya durante el camino la nieve hizo aparición y de echo bloqueo el paso a muchos camiones que tuvieron que quedar en la cuneta esperando que el día siguiente amaneciese mejor y la nieve se derritiese para poder avanzar, como finalmente ocurrió.

Unos 10 KM antes de llegar a Irkeshtam, te encuentras con un control del ejercito de Kirguistán que comprueban tu pasaporte y donde ya te prohiben hacer fotos. Para nosotros tres todo estaba en orden y correcto, pero el taxista, quizás inexperto en esta ruta no llevaba su identificación encima por lo que no le autorizaban a seguir adelante, este contratiempo para nosotros era un problema realmente grave, ya que con el temporal aventurarse a llegar a pié no era muy aconsejable y por supuesto para el taxista suponía no cobrar el viaje, ya que no nos llevaba donde habíamos pactado. Así que entablo negociaciones con el oficial encargado del paso y finalmente pudo continuar desembolsando antes 1000 sums, algo que nos repitió varias veces, supongo que con la idea de que le dijésemos que nosotros nos haríamos cargo, cosa que no sucedió, por supuesto, el error fue suyo y debía de apechugar con las consecuencias. Por el trayecto pagamos entre los tres 4.500 sums. Por lo tanto si algún día hacéis esta ruta y la hacéis como yo, recordarle al taxista que traiga consigo el pasaporte o su identificación para no tener problemas con el ejercito. Otro detalle de Kirguistán es que los coches llevan el volante a ambos lados. Muchos compran sus coches en Japón, con instrucciones en japonés que no entienden, y como en el país del sol naciente conducen en la derecha, así lo hacen sus propietarios. Un poco lío, ya que las carreteras están pensadas para conducir con el volante en la izquierda. Por lo comprobado, las autoridades lo permiten.

El paso de Irkeshtam, entre Kirguistán y China, está a más de 3.000 metros de altura y yo lo noté enseguida. Cuando cargue con mis mochilas para buscar un lugar donde poder dormir esa noche, me empecé a marear y mi cabeza quería explotar de la presión y así la tuve hasta que llegué al paso chino a una altura menor. Manteniendo el equilibrio como podía junto con Virgine, comenzamos a andar entre camiones y de repente a lo lejos oímos unas voces que no estaban llamando, era una señora que dispone de vagones de la antigua URSS acomodados como habitaciones para viajeros como nosotros, que aunque son modestos, en esos parajes se convierten en hoteles de lujo: calor de estufas, té, comida y sobre todo un suelo aislado para poder extender tu colchoneta y saco, al módico precio de 120 sums, unos 2,5$, sin comida. A la señora en cuestión le caí bien y me regañaba como una madre, siempre entre risas. Por la noche a eso de las 1.30 de la madrugada aporrearon nuestra puerta, yo estaba incomodo hasta ese momento, y la señora, que entró con Sidney, una chica francesa que acaba de llegar a Irkeshtam, viendo mi cara me arropó con otra manta, desde ese momento pude dormir y descansar cómodamente hasta la mañana siguiente.

Al levantar con las primeras luces del día, nos preparamos el desayuno, conocimos personalmente a Sidney y los cuatro nos dirigimos hasta llegar al puesto fronterizo de Kirguistán, Nick y Virgine en bicicleta y nosotros andando. Allí, como en los demás países de Asia Central, los camioneros intentando colarse creyendo que los ‘guiris’ son unos tolais, pero no, no les dejamos y el oficial que estaba comprobando los pasaportes, nos llamó e hizo que pasásemos antes que ellos, suerte de oficial porque la cosa ya subía de tono. En la puerta de salida un soldado kirguiko nos hizo esperar y se encargó de hablar con uno de los camioneros para que nos acercase hasta la frontera China, había que recorrer más de 15Km para llegar. Pasamos un primer control montados en el camión, pero al llegar al siguiente debimos de andar los 500 metros que nos separaban del primer edificio de control en China, ya que el camión debía de esperar su turno y tenía por delante más de 15 compañeros que habían llegado antes.

Ya allí tuvimos otra experiencia que vosotros podéis aprovechar. Nada más llegar debéis de buscar un taxi para que recorra los más de 40 km que separan este edificio del que realmente es la salida de la frontera y donde hacen un exhaustivo control de equipaje y sellan tu pasaporte. Nosotros que no lo sabíamos y después de casi dos horas allí, comenzamos a protestar a la oficial china viendo, que gente que llegaba después que nosotros eran atendidos antes y conseguían su salvoconducto acompañados por otros chinos. Resultaron ser los taxistas que se encargaban de pedir sus documentos para en una siguiente barrera, que abría a las 16h de China, controlasen y siguiésemos camino. Los soldados chinos, muy simpáticos, se acercaron a hablar con nosotros y finalmente fueron los encargados de encontrar nuestro transporte.

Para llegar hasta Kashgar, que era nuestra primera ciudad en China, Sidney y yo buscamos un transporte alternativo al taxi, intentando ahorrar un dinero. Nick y Virgine escogieron el taxi por unos 50 RMB por persona, que al cambio son unos 8$ por persona. Nosotros encontramos un camionero que nos aceptó y con el llegamos hasta casi la ciudad, pero esto es otra historia, la que comenzará contando el periplo que me está llevando por este gran país, China, contraste de culturas y en el que ya llevo la mitad de mi permiso de 90 días, gracias al visado que conseguí en Teherán.

Hasta entonces y como siempre…

¡Pura Vida!

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